Simonet propondrá una mirada sobre la realidad que capte
su verdad pero elevándola sin distanciarse de ella,
plasmando la belleza que encuentra en lo sencillo y en la
captura de los instantes. Ésto, unido a la observación de la
luz y sus matices como principales artífices de las formas y
el color (es un andaluz), y a un progresivo abandono de
detalles en su expresión pictórica, será a lo que dedicará
una preferencia especial a lo largo de toda su obra.
El diría de sí mismo que se consideraba “naturalista,
porque me inspiro en el natural” y que “las demás
clasificaciones no me interesan porque no son más que
distinciones parciales desde las que se observa la
realidad”. Esta convicción de que el arte debe buscar la
esencia de lo real, nacida durante su formación en
Málaga, nunca le abandonará y se irá desarrollando
progresivamente.
Hijos Jugando a la Sombra (1921)
La Casita de La Huerta (El Paular 1923)
Puesta de Sol en La Moncloa (1915)
El Tonto (1889)
INTRODUCCIÓN